REBRANDING: PEQUEÑO GRAN CAMBIO.
Google ahora se llama Alphabet, McDonald´s es verde y Coca-Cola es una bebida para deportistas. El mercado es un entorno cambiante y permanecer estancado puede suponer el fracaso de un negocio. Hay que adaptarse a los gustos del consumidor y a las tendencias de la competencia. El rebranding ayuda a adaptarse sin perder la esencia.
Renovarse o morir. El rebranding es un cambio en el logotipo, el nombre o el eslogan, pero también va más allá de eso. Es una evolución o transformación con el objetivo de adaptarse a las nuevas características del mercado y la industria. Es un proceso costoso y arriesgado que puede suponer pérdida de clientes o perjudicar al historial y trayectoria empresarial de la organización.
Las razones por las cuales se puede hacer rebranding son numerosas. Adaptarse al gusto de los consumidores, a las exigencias del mercado o las tendencias marcadas por la competencia suelen ser las principales. Pero también se puede desear un reposicionamiento de la empresa, ya sea para mejorar la opinión que se tiene de una marca o como parte de una estrategia de marketing.
A la hora de embarcarse en este proceso es necesario plantearse una serie de preguntas. ¿Por qué se quiere cambiar? Las razones para realizar la actualización deben ser de peso y no meramente estéticas. ¿Cuán lejos se está dispuesto a llegar? Se pude apostar por un cambio radical y hacer borrón y cuenta nueva o inclinarse hacia una transformación basada en la continuidad. ¿Qué se busca con el rebranding? Es importante tener clara la idea que se va a transmitir y las sensaciones que se va a provocar en los clientes y consumidores.
Para llevar a cabo correctamente el proceso de rebranding es necesario implicar a todo el equipo. Se trata de un cambio estético pero que lleva asociado una transformación en el know how y filosofía de la empresa. Por ello, todos los agentes que forman parte de la organización deben conocer las ideas, las intenciones y los objetivos. Así mismo, ellos podrán colaborar al proceso mediante feedback.
Tras esto, se debe hacer una ronda de idea preliminar, sin censuras ni obstáculos para desarrollar un proceso creativo amplio y fluido. Con un segundo brainstorming, se acotarán las posibilidades y se tomará una decisión para apostar por el cambio definitivo. El paso más importante es el rediseño en todas las vías y su ejecución. Tanto las estrategias offline como las online deberán adaptarse lo más rápida y sutilmente posible a la nueva imagen corporativa.
Uno de los ejemplos más claros y exitosos de rebranding fue el realizado hace unos años por McDonalds. Preocupada por la opinión que los consumidores tenían de la calidad de sus productos, se embarcó en la carrera “Going Green”. El logotipo pasó de ser rojo a verde, incrementó el número de productos vegetales en sus menús e hizo más transparente la información respecto a la procedencia de la materia prima.
Este mismo año, y de forma muy sutil e inesperada, Facebook modificó su logotipo, cambiando las letras y el isotipo (icono corporativo). Así, reseñó su apuesta por la igualdad y el respeto al poner la figura de la mujer y el hombre a la misma altura, y no una detrás del otro, como se encontraban anteriormente.
El error más común a la hora de realizar rebranding es limitarse a hacer un cambio estético sin profundizar en la filosofía de empresa. No tener en cuenta la trayectoria o el lugar que la organización ocupa en el mercado, unido a una mala integración del nuevo diseño, pueden ser causa de fracaso.
La imagen de marca es realmente importante pero no tendrá éxito si los valores que hay tras ella no evolucionan a la par.